Cuando los niños no comen, o mejor dicho, comen menos de lo que los padres, abuelos o persona que esté a cargo de la alimentación del niño esperan, aparece una de las preocupaciones más frecuente entre los padres con bebés y/o niños. Cuando el niño se niega a comer, parece que aún aumenta más el interés por parte de los padres para que coma, y si, aún bajo la insistencia siguen sin querer comer , es muy común pensar que el niño padece algún problema o que no va a crecer como debería.
Estas preocupaciones, en verdad, se originan por el desequilibrio entre lo que los padres quieren que coman y lo que el niño come.
Aunque los padres son los responsables de inculcar unos buenos hábitos de alimentación y proporcionales una dieta completa y variada, es el niño quien va a decidir si quiere o no comer*, y qué cantidad, ya que ellos son capaces de autorregular la ingesta en función de las necesidades. Dichas necesidades no son las mismas para todos los niños, por lo que no se debe comparar a unos niños con otros, es más, las necesidades de un mismo niño varían a lo largo del tiempo.
Cada niño va a tener una sensación de hambre o saciedad en función de sus necesidades. El hecho de muchos progenitores a no respetar dichas sensaciones y forzar la alimentación de sus hijos puede desencadenar en sobrealimentación o aversiones presentes y futuras a determinados alimentos.
Con esto no queremos decir que no hay que preocuparse de la alimentación de los niños y si come, bien, si no también…pero sí tenemos que respetar sus necesidades y no sobrealimentarlos ya que esto podría causar en el futuro problemas de obesidad.
*(Siempre y cuando no haya una situación de enfermedad que entonces se debe controlar la alimentación mediante el equipo de pediatría de una manera especial y personalizada)
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